





El paraje es espectacular, cambia en cada época del año y ahora guarda silencio. El bullicio de los pájaros ha desaparecido. La luminosidad ya no es tan intensa como en primavera. Sin embargo, cuando la niebla resbala desde La cruz por Aldamin y Arralde para colarse a través del ramaje desnudo, el contraste entre el gris de los troncos y el marrón y el naranja de la hojarasca permite intuir la presencia de seres que habitan en esta zona de Barazar. Nos vigilan los ‘ireltxos’, diminutos gnomos que moran dentro de las setas -dicen que tienen querencia por las vistosas amanitas- y alguna ‘lamia’, esas mujeres palmípedas que vagan por los humedales, donde seducen a los incautos para ahogarlos.