



Desde las décadas de 1960 y 1970 diversos escultores se interesaron por una forma de realismo basada en la representación vívida y fidedigna de la figura humana. Como decía el hiperrealista Ralph Goings «La fuerza del realismo reside, para mí, en su fría y objetiva forma de representación; se trata de una copia, no de la realidad en sí, y su meta es crear ilusión, no engañar.» A través del uso de técnicas tradicionales, como el modelado, el fundido y la pintura, estos escultores pretenden recrear el cuerpo humano pero desde una perspectiva realista contemporánea.